El estruendo que causa romper con los estereotipos femeninos
“La mujer, tal como es, es un individuo completo: la
transformación no debe producirse en ella, sino en cómo ella se ve dentro del
universo y en cómo la ven los otros.” (Lonzi:1972:49)
A través de la historia la imagen de la mujer que se nos
muestra en los medios de comunicación, principalmente en la publicidad, nos
sirve como referencia para entender la constitución social que se ha hecho y se
hace de la mujer.
Las mujeres somos símbolos de cada cultura, imágenes con
capacidades mutiladas, consecuentes al encasillamiento dentro de espacios y
funciones específicas.
En toda esta simbología no están presentes las verdaderas
mujeres. ¿Ustedes se ven ahí? Lo único que está claramente plasmado es nuestra
historia tras la mirada de un hombre y de una sociedad que intenta construir
nuestra apariencia, personalidad e identidad a semejanza de lo que les gusta y
buscan erróneamente representar.
Lo grave aquí es que ya no requerimos de hombres e
inquisiciones que nos midan, dicten o regulen; somos nosotras quienes asignamos
papeles y valores a otras mujeres, apoyamos a los estereotipos.
Tenemos que entender que los estereotipos son creencias y
percepciones, para mí, infundadas; que marcan los comportamientos de las
personas. Los estereotipos nos limitan pero son comúnmente aceptados por la
sociedad.
En un inicio, la sociedad comenzó por diferenciar
nuestras características de las de los hombres considerando los términos de
fuerza y a través de esa diferenciación se justificó el injusto estatus social,
político y económico.
A partir de esto se nos condicionó con la posesión de
nuestro cuerpo, pero no para nosotras si no para los demás. Nuestro cuerpo debe
fungir como receptor de hijos, tenemos que resguardarlo y embellecerlo por ser
el premio y conquista de un hombre. ¿Y qué pasa cuando envejecemos? Ya no
podemos procrear hijos, aparentemente para los demás dejamos de ser bellas e
inevitablemente los conquistadores desaparecen, ¡para entonces deberían
confinarnos en cárceles! No lo digo en serio.
Todos estos factores nos han impedido disfrutar de
nuestro cuerpo y vivir en función de la satisfacción que nos producen nuestras
actividades preferidas y demás gustos.
“La mujer, cuyos principales dotes son la abnegación, la
belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura debe dar y dará al marido
obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la
veneración que se debe a la persona que no apoya y defiende, y con la
delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí
mismo propia de su carácter.” (Ocampo:1859)
En una investigación realizada, tras leer las respuestas
de las mujeres encuestadas pude corroborar que los estereotipos femeninos de
antaño prevalecen en las mujeres actuales.
Las respuestas coincidieron en que las mujeres debemos
estar dotadas de las siguientes virtudes: dulzura, amabilidad, delicadeza,
sensibilidad, decencia y belleza; la belleza la encontraron muy importante.
Analicemos esta historia: Un día cualquiera nació una
niña. Sus maravillosos ojos lo miraban todo con curiosidad. Cuando empezó a
caminar por la ciudad le dijeron que para ser guapa había que llevar vestidos
bonitos y dejó de sentirse guapa si no llevaba un lindo vestido; le dijeron que
si cambiaba el color de su piel, sería más guapa y le enseñaron a maquillarse,
dejó de sentirse guapa si no iba maquillada; le dijeron que para ser guapa
tenía que ser más alta y sufrió sus primeros tacones, se enana si no los
llevaba; le dijeron que para ser guapa tenía que ser delgada y ya nunca pudo
comer lo que le gustaba, sin sentirse culpable; le dijeron que su pelo, que su
cintura y que su pecho. Hasta que aquella niña se sentía tan fea, que todos los
días necesitaba hacer grandes sacrificios para sentirse un poco más guapa.
Terminó por estropearse la piel, maquillándose a diario,
destrozarse los pies al llevar tacones muchas horas, desnutrirse al mantenerse
extremadamente delgada.
Le habían enseñado a no quererse como era, a necesitar
cientos de añadidos ortopédicos para ser digna de los demás. Hasta que empezó a
temer que los demás descubrieran como era ella en realidad.
Entonces, ¡díganme! ¿Qué pasa con todas esas mujeres que
no poseemos las virtudes que marca la sociedad? ¿Acaso no nos merecemos el
título de mujer y el pertenecer al género femenino?
En absoluto, si bien habremos mujeres que carecemos de
las facciones y atributos aclamados en los medios de publicidad, esas mujeres
somos las que salimos adelante por cosas verdaderamente importantes, por
prevalencia, dado que el remar contra corriente siempre es difícil y muchas
veces cansa, pero avanzar nunca debe ser imposible.
Aquellas a las que se nos da la espalda, a las que se nos
señala somos las que nos llenamos de fuerza y coraje día con día, convertimos cada
característica de nuestro cuerpo y de nuestra personalidad (llamada defecto) en
habilidades, en destrezas y herramientas que superan a cualquier delimitación
social.
Porque el no tener la figura de modelo, no nos hace menos.
Marcela McCausland, mejor conocida como Macla es una famosa bloguera y
fotógrafa, ella pesa 110 kg y eso no la deprime, se reconoce como una mujer
real y hermosa, ahora disfruta del éxito y el reconocimiento de sus labores. En
contraste, Lizzie Velasquez es una mujer muy delgada, considerada como la mujer
más fea; estos juicios tampoco la han detenido, tiene una especialización en
comunicaciones, ha escrito dos libros y es una exitosa conferencista.
Así que mujer: ¡Elimina lo que no te convengan! Se una
mujer inteligente, fuerte, capaz y segura de sí misma, revélate contra los
estereotipos y no permitas que los medios de comunicación, la cultura machista
y las tradiciones afecten tu autoestima, ni la confianza en sí misma.
Inspirémonos en esas tres mujeres.
Todas las mujeres debemos sentirnos satisfechas con lo
que somos y tener claro lo que queremos y aspiramos de la vida, no debemos
acceder ante la presión de entrar en
alguno de los moldes sociales, sean estereotipos, imágenes y comportamientos.
Debemos aprender a respetar las diferencias y a valorar
las formas de ser, especialmente, el papel de
las mujeres actuales.
Quiérete mujer, no te juzgues ni juzgues a la mujer que
tienes a lado. Si la sociedad amputa tus piernas para tu sumisión, despliega
las alas y ponte a disfrutar.
Gracias a Artemisa por este gran discurso y aporte a mi blog.
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